lunes, 30 de noviembre de 2009

Ana


Ana mira por la ventana, ve a la gente pasar...unos van... otros vienen, algunos caminan sin prisas, otros conversan animadamente.
Ana los observa y piensa que historia habrá detrás de cada uno de ellos, que tipo de vida llevaran...
Se retira de la ventana y se acerca hasta la cocina, hace calor, estos últimos días han sido sofocantes, se prepara un café, solo, sin azúcar, como siempre, y le añade un par de hielos, se lo toma allí mismo, de pie en la cocina, mientras contempla los azulejos que ya se ha cansado de ver.
Cuando se termina el café sin saber muy bien porque, se dirige al baño y se detiene frente al espejo, se mira, esta morena por el sol, sus rasgos se acentúan con el paso de los años y esas malditas arrugas que cada día se le marcan más, piensa
- pero que querré? ya tengo cincuenta y cinco años!!
y con esta reflexión da un paseo por su vida...

Tuvo una infancia sin demasiados recursos aunque feliz, no quiso estudiar por lo que se puso a trabajar en la fabrica de piensos a los catorce años... poco después conoció a su novio, un chico no demasiado cariñoso, ni detallista, ni romántico, no era el príncipe azul con el que ella había soñado, pero era un buen chico y muy trabajador, se caso con él, a los veintidós años, dos años después, nació su primera hija, Lorena.
La fabrica de piensos cerro y Ana decidió dedicarse en pleno a su hija y a su marido, mas tarde nacería Alberto.
Durante muchos años Ana fue una magnifica madre y una buena esposa.
Pendiente de todo, del colegio de los niños... de la casa... de la economía domestica, de que todo estuviera en orden, de que todo estuviera perfecto, de todo... menos de ella.
Tanto trabajo tenia, tanto le costaba mantener la perfección en su casa que no se daba cuenta de que los años pasaban, de que sus hijos crecían y ya no la necesitaban. Ni de que su marido, al que le servía la comida y le ordenaba la ropa, se encontraba a cien años luz, apenas hablaban, no reían, no compartian, a él, ya le estaba bien un partido de fútbol tumbado en el sofá, mientras ella planchaba la colada de la semana.
En vacaciones se marchaban unos días al pueblo, hasta que los niños no quisieron ir y entonces dejaron de acudir...total para que? se preguntaba Ana.
Nunca funcionaron en el sexo, a ella no le gustaba... se dejaba hacer. Más de una vez, mientras tenia a su marido encima, pensaba que la habitación necesitaba una mano de pintura.
Él simplemente se desahogaba.


Ana salio del baño, volvió a la ventana y miro...estaba anocheciendo.
Se tumbo en el sofá y recordó aquella noche... era verano también.

El olor de las cenas de los vecinos se colaba por las ventanas, sus hijos ya no vivían en casa y ella como cada noche, esperaba a su marido para cenar.
Él llego tarde, su rostro estaba tenso y sus ojos denotaban tristeza, pero ella no lo vio, porque apenas lo miraba...
Cenaron como siempre, sin apenas hablar, sin alegría.
Cuando terminaron... Andrés, así se llamaba su marido, rápido, escueto y muy serio le dijo lo que había... Se marchaba, no soportaba vivir mas de aquella manera,sus sentimientos habían cambiado, deseaba otro tipo de vida.
Ana no entendía, la casa se le vino encima, solo lloraba, suplicaba...
A él se le partía el alma, le daba lastima, pena... pero ya había tomado una decisión, después de madurarlo lo tenia claro, se marcharía por la mañana.
Fue la peor noche de toda su vida.


Ahora ha pasado el tiempo, cuatro años ya.
Ana, supo pasado un tiempo, que existía otra persona, no la conoce, pero lo sabe, Andrés vive con ella y Ana se pregunta todavía, que paso... que fallo, si todo estaba bien, ¡si ella era una buena esposa!.

Suena el timbre... de un salto se pone en pie y como una niña corre abrir la puerta, el corazón se le acelera...es él, Manuel.
A Manuel lo conoció en una cafetería, ella estaba sola y él se le acerco. Su vida cambio sus esperanzas también.
Con Manuel comparte, conversa, con Manuel vibra, siente...con Manuel ha descubierto lo que ni siquiera había imaginado que existía.

Y ahora...ahora Ana es consciente de que no hay que limitarse a vivir, ahora Ana sabe de que hay que vivir sin limites.

1 comentario:

  1. que historia tan bonita y tan real... me a encantado .. en muchos matices yo soy un poco Ana...bueno ... la vida pasa tan deprisa sin apenas darse cuenta...

    ResponderEliminar